domingo, 18 de diciembre de 2011

JdR Aquelarre. Villa y Corte. Cuentas pendientes

Aprovechando la reseña anterior sobre el último libro del capitán Alatriste, que mejor que colgar aquí una aventura del Aquelarre en la época del Villa y Corte. Una época más que interesante y una ambientación que, sin ser seguramente la más clásica del juego, me atrae sobremanera.
En las aventuras que suelo escribir de Villa y Corte no hay, a diferencia de las del Aquelarre más, llamémoslo, tradicional, elementos de magia o de demonios dispuestos a acabar con los pjs. Son más que nada enfrentamientos entre gente normal, desde taberneros a ex soldados de los tercios, compañeros de cofradías o mujeres de alta alcurnia. La ambición demoníaca y de sus adoradores da paso a las ansias de poder de la gente más terrenal, pero no por eso menos peligrosa, al menos para el cuerpo, aunque tal vez no para el alma.
Para esta época escribí hacía tiempo otra aventura, de título “El chantaje”, y que apareció publicada en el suplemento de “El tribunal de la Santa Inquisición” de Pedro García. Allí aparecía la “taberna del toledano”, el mismo lugar donde también se inicia esta aventura. De hecho, la idea –y así la llevé a cabo –era jugar ambas aventuras seguidas, aprovechando tanto los personajes que por ellas aparecen como los contactos que los pjs puedan ir conociendo y la reputación que se puedan ir labrando.


Los pjs serán testigos de un asesinato en dicha taberna, todo ello al parecer relacionado con un enfrentamiento entre dos cofradías y que está tiñendo las calles de Madrid de rojo. Nuestros protagonistas deberán moverse por los ambientes más sordidos de la capital para ir desentrañando el misterio que rodea a este enfrentamiento. Según vayan avanzando en la trama descubrirán unos hechos acontecidos en los tercios españoles años ha, y que parecen ser el origen de todo el mal que ahora se está desencadenando entre los miembros de ambos grupos. Para complicarlo, un alto cargo del gobierno de los Austrias parece ser el causante de todo. Los pjs deberán escoger entre involucrarse o no en esta lucha y, de hacerlo, a que bando ayudar a sabiendas que eso les granjeará la enemistad del otro. 
  A fe mía que merecéis que os ensarte!!!

Libro. El capitán Alatriste. El puente de los asesinos.


Hace poco cayo en mis manos, tras aligerar de peso mi cartera, el último libro de la saga del capitán Alatriste. Su título, El puente de los Asesinos, no puede ser en principio más atrayente ni atractivo, pero sintiéndolo mucho, una vez completada su lectura, no puedo sino pensar que su interés, al menos por lo que a mi respecta, a ido menguando con la publicación de cada nueva entrega. Lejos quedan para mi gusto los tiempos en que me deleitaba leyendo las andanzas del capitán, de Iñigo, de Copons y los demás protagonistas, tanto principales como secundarios, en que se las veían y deseaban por seguir vivos en las oscuras calles del Madrid de la época, en los oscuros túneles de la húmeda Holanda, cuando un tiruri-ta –ta era signo de que algo importante estaba a punto de ocurrir. Reverte se documenta más que bien, una gran virtud en una novela con tintes históricos de épocas pretéritas y relativamente lejanas –no hay mas que recordar su Cabo Trafalgar para darse cuenta de ello –pero eso no es sinónimo de que su lectura atrape a quien intenta perderse en sus páginas. El estilo, el mismo de las anteriores, eso también se mantiene. Pero la historia y su desarrollo esta vez no enganchan.
La novela empieza casi por el final, en un punto tenso con los protagonistas en una situación más que apurada. Luego, a las pocas páginas, Reverte nos hace retroceder en el tiempo para asistir al incio de todo, en un pausado desarrollo de los acontecimientos hasta trasladarnos a lo largo de sus poco más de trescientas páginas hasta su, para mí, decepcionante desenlace. Las descripciones están muy logradas, de hecho el autor logra hacernos sentir como si nos encontráramos en plena Venecia en los años en que sitúa la historia. Pero cuando yo leo un libro del capitán Alatriste espero algo de acción, emoción, espadas desenvainadas, callejones oscuros, personajes interesantes. De las dos últimas cosas las hay, pero de lo primero, poco es decir demasiado. 




Lo siento, habrá los defensores acérrimos –yo lo era hasta hace poco –pero creo que los últimos libros han ido cada vez a menos, una curva alarmármemente descendente que me hace añorar las emociones que me provocaban los primeros ejemplares de la saga. Seguramente me los seguiré comprando, porque, a pesar de todo, no son malos libros, y lo más probable es que, cuando vea una nueva aventura del capitán en los estantes de la librería, la esperanza que remonte el vuelo me venza y vuelva de nuevo a vaciar la cartera, pero, mientras tanto, os diría que mejor se lo pidáis a un amigo que lo tenga y que si os gusta luego os lo compréis.